jueves, 8 de diciembre de 2016

Roma no paga traidores

CAPITULO 2

Tras la boda y ya en Pompeya observaron que la ciudad era muy bonita y además era primavera. Más tarde se fueron al teatro, las obras allí eran muy difíciles de entender.

Después un hombre gritó:¡este señor está muerto!, entonces la policía acudió. Manío pensó que era parecido al asesinato de su padre y pidió permiso para saltarse el cordón policial. El hombre que se había muerto era griego y se llamaba Simeaon. Después llegó Estéfanos (el griego). Estefanos atravesó el cordón policial sin importarle las palabras del jefe de policía.

En el suelo había escrito un jerogrífico, César Tibereo. Después de todo lo sucedido, Manío fue a ver a Claudia a su casa. Cuando la noticia llegó a los oidos de Tibireo, ordenó descifrar los jerogrificos. El calígrafo quería ver a Manío, mientras Claudia y Tibireo decidieron recluirse en Rodas. ¿Porqué en Rodas?, preguntó Claudia. Porque era el lugar más dulce y acogedor que habían conocido nunca. Y Manío dijo:"si yo estoy dispuesto a emplear fuerzas era con el fin de preservar las nobles artes que enseñaban hombres como Estéfanos.

Roma no paga traidores.

CAPITULO 1

Era un chico que se llamaba Manío, que se quería casar con una chica que se llamaba Claudia. Llevaban enamorados desde los nueve años y se querían casar, pero Claudia no quería tener hijos hasta los veinte años, y ahora tenía solamente dieciocho.

Fijaron la fecha de la boda en el mes de abril y el lugar elegido fue Pompeya, que es la misma ciudad en la que se conocieron. Se casaron y firmaron el contrato de matrimonio, delante de diez testigos. Invitaron a mucha gente y cuando termino la celebración fueron a casa de Manío, con acompañamiento de los invitados, después de catorce horas se
quedaron ellos dos solos en su casa.